
El Hombre-león fue descubierto el 25 de agosto de 1939 en las excavaciones de Otto Völzing (nacido en 1910) y Robert Wetzel (1989-1962) en la cueva Stadel en Hohlenstein en el centro de Schwäbischen Alb. Esta roca maciza próxima a Ulm fue el objetivo de voluminosas excavaciones entre 1937-39 y 1956-61, en cuyo transcurso se desenterró una gran serie desde del Paleolítico medio, el tiempo de los Neandertales, hasta el Paleolítico reciente (Auriñaciense, Magdaleniense). A estos importantes hallazgos pertenecen, además del Hombre-león, un fragmento de un muslo de un Neandertal y una cabeza de la Edad de Piedra media tardía.
A finales de 1939 -el principio de la 2ª Guerra Mundial fue inmediatamente antes- O. Völzing rescató en el fondo de la cueva aproximadamente 200 astillas de marfil. En 1969 Joachim Hahn (1942-1997) dio con los fragmentos empaquetados durante un trabajo de inventariado. Él notó indicios de talla en numerosos fragmentos y unió las piezas en una figura de casi 30 cm de altura: una figura erguida con características animales y humanas. A través de dos dataciones de huesos de animales de los alrededores del lugar del descubrimiento con radiocarbono, pudo estimar la antigüedad de la figura en aproximadamente 32.000 años. Cerca de la estatuilla había algunas lanzas de reno, varios dientes agujereados de zorro, colgantes de marfil, así como algunas puntas de armas de cornamenta, que se encontraban en la parte trasera, oscura de la cueva y que quizás estaban relacionados con el Hombre-león.
La cabeza, por el momento incompleta, fue reconocida como de un animal (león u oso). Como crítica, la interpretación de Hahn del sexo de la figura como masculino. Después de la localización y acomodación de ulteriores fragmentos sobre todo de la cabeza y de ambos brazos, se pudo restaurar completamente en 1988. En este momento surgió un trabajo científico completo de Elisabeth Schmid (1912-1994). La cabeza fue ahora identificada sin duda como de un felino que mira atento a lo lejos. Ambos brazos, de los cuales el derecho, mal conservado, no se deja unir al cuerpo y por eso no está montado, van pegados al cuerpo. Al contrario que J. Hahn, E. Schmid llegó a la conclusión que se trataba de una figura de una mujer con la cabeza de una leona. Desde entonces, el sexo del Hombre-león ha sido y es continuamente objeto de acaloradas disputas, en parte con el trasfondo de la posición de la mujer en las sociedades de la Edad de Piedra.
Una interpretación segura de si es femenina o masculina debe fracasar por la conservación fragmentaria de la estatuilla, cuya superficie original en muchas partes del cuerpo, especialmente en la zona del busto y las extremidades, se desprendió y no se ha conservado. Para las tareas de interpretación para aclarar la pregunta de su sexo, sólo se puede recurrir a indicios. En su interpretación como mujer habla sobre todo una lámina triangular de marfil sobre la entrepierna de la estatuilla, así como huellas de una profunda incisión en la zona del vientre que E. Schmid interpretó como un pliegue del estómago, que se observan como indicación femenina tanto en el arte antiguo como moderno. La ausencia de melena, por el contrario, no se puede interpretar como un indicio seguro de que se trate de una leona, desde el espectacular descubrimiento en 1994 en Ardèche de la Grotte Chauvet (Pont D’Arc). Allí se han encontrado casi cuarenta representaciones de leones que no muestran en absoluto una melena. Algunos animales son identificables como machos porque poseen escroto. Con esto se confirman antiguas suposiciones de que los leones y las leonas rupestres no se diferencian por una marcada melena.
Un análisis crítico del concepto total de la figura deja también otras posibilidades. La parte central de la figura, delgada, estirada y demasiado larga para un hombre; los brazos, como garras y de ninguna manera humanos; el tránsito fluido de la pierna en la línea de la espalda sin representación del trasero; son todas marcas de una figura animal. Como humanas se pueden entender las proporciones de las piernas y pies, la representación de nudillos y, naturalmente, la postura erecta. Es notable y difícilmente explicable la posición oblicua de la planta del pie, que quizás podría simbolizar un movimiento.
Se puede, pues, llegar a la conclusión de que en la figura del Hombre-león hay escondidos muchos más rasgos animales que humanos, por lo que probablemente no tenía ningún sentido una caracterización entre femenina o masculina. Si se consideran solamente las piernas y pies (así como la postura erecta) como humana, se acerca entonces la composición del Hombre-león a unos seres mixtos como son los “magos” de la cueva “Les Trois Frères” o “Le Gabillou” , del periodo muchos siglos posterior de la Baja Edad de Piedra (Magdaleniense) del Sur de Francia. En estas fantásticas figuras sólo se pueden interpretar como humanas las piernas y pies, mientras el resto del cuerpo representa un animal o una mezcla de diversos animales. También estos seres están en postura de movimiento, de baile.
Con la figura del Hombre-león poseemos una reliquia del mundo apenas representado de los primeros Homo sapiens, cuyos restos se han conservado sólo en diminutos detalles – en forma de una docena de pequeñas figurillas animales fragmentariamente conservadas de exclusivamente tres cuevas de Schwäbischen Alb (Vogelherd, Hohlenstein, Geisenklösterle). Muchas de estas figurillas tienen signos de sentido desconocido, puntos con muescas, líneas o cruces; lo mismo que el Hombre-león:
En el brazo izquierdo se encuentran siete ranuras paralelas horizontales de un solo trazo. La estatuilla de Hohlenstein-Stadel es, con mucho, la mayor y más espectacular figura de este conjunto móvil de arte antiguo de la Humanidad en el rango entre los 30.000 a los 40.000 años (incluso antes que el bajorrelieve de marfil con representaciones humanas de Geissenklösterle). Naturalmente, una combinación de características humanas con las del león cavernario (el animal más peligroso del último periodo glaciar) parece una elección intencionada y, naturalmente, recuerda a la representación de chamanes. Lo fascinante de esta figura (esmerada y trabajosamente esculpida en un colmillo de mamut con cuchillos de piedra) reside hoy, sin embargo, en el ámbito de la interpretación de su forma, pues limitarse a la discusión sobre su sexo no sería justo.
Textos traducidos por: Mª de las Mercedes López Muñoz y Juan Carlos García Conde.